¡Buenas mis amores! ¿Cómo os tratan los últimos resquicios de sol de uno de los veranos más extraños de nuestras vidas? Uno de los más extraños para mí, sin lugar a dudas. Por la Ciudad Condal el otoño se empieza a adueñar de las calles. Ya poco queda de aquel calor bochornoso. Tanto las mañanas a las 7, como las noches cuando cae el sol, invitan a lucir algún tipo de rebequita fina. Y qué agustito cuando entra la suave brisa por las mañanas en la ventana, ¿verdad?. Seguimos tomando las medidas oportunas, saliendo de casa lo más mínimo posible y usando mascarillas de todos los colores (con filtro, por favor).
Yo hoy os quiero dejar con uno de los lugares de nuestra Málaga La Bella que me tiene enamorada. Mejor ir tempranito para no encontrar demasiadas aglomeraciones de personas. Ni más ni menos se trata de la Alcazaba de Málaga. Qué cerquita tenemos muchas veces paraísos inexplorados sin descubrir. No hace falta ir muy lejos para ver maravillas como esta. Algunos dicen que es como la Alhambra de Granda, en versión muy pequeñita. Y oye, ¡su aire le da!
Este Palacio fortaleza cuyo nombre en árabe significa ciudadela es uno de los monumentos históricos de la ciudad, un espacio muy visitado por conjugar historia y belleza en un mismo recinto.
De época musulmana está situada a los pies del monte Gibralfaro donde está el Castillo defensivo árabe al que estaba unido por un pasillo resguardado por murallas llamado La Coracha; junto al Teatro romano y frente al edificio de la Aduana, es una oportunidad para ver en solo unos metros la unión de las culturas romana, árabe y renacentista, lo que hace a este rincón un lugar muy especial.
Construida entre 1057 y 1063 según los historiadores musulmanes a instancias del rey de taifas bereber de Granada, Badis. En su construcción se emplearon materiales de acarreo y se reutilizaron piezas del anexo teatro romano, como columnas y capiteles.
Posteriormente llegan a Málaga los Almorávides en 1092 y los Almohades en 1146. En el 1279 la conquista Muhammad II Ben al-Ahmar y pasa al reino Nazarita. Su reforma le confiere una profunda impronta como edificación nazarí construida sobre la roca. Conjuga las necesidades de defensa y la belleza de un palacio árabe organizado a base de patios rectangulares y crujías en torno con sus jardines y estanques. Sus estancias que, en la tradición de la arquitectura granadina, buscan en los interiores la alternancia de luces y sombras para conseguir esos juegos que tan bien dominan los alarifes árabes.
Su componente militar la hace una de las obras más importantes musulmanas conservada en España. Con matacanas, torres albarranas con saeteras y murallas almenadas como elementos defensivos, sin embargo, su mejor defensa estaba en su situación, dominando desde sus balcones la ciudad y la bahía.
Tuvo sucesivas reconstrucciones, algunas hasta en el siglo XX, y actualmente es visitable con importantes muestras arqueológicas expuestas. En las primeras excavaciones para su restauración, aparecieron restos de muros romanos de hormigón revestido de estuco rojizo y pequeñas albercas excavadas en pizarra, destinadas a la preparación del Garum (pasta de pescado que elaboraban los romanos) y una mazmorra donde encerraban durante la noche a las cautivas cristianas que trabajaban de día.
¿Y vosotros? ¿Ya habéis visitado esta maravilla que se conserva en nuestra ciudad? Si aún no lo habéis hecho, cogeros vuestro calzado más cómodo y dirigiros hacia allí, ¡ya de ya!
Y si has llegado leyendo hasta aquí, es porque te ha interesado de verdad, así que aquí va un secreto: los domingos por la tarde… ¡es gratis!
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