Las fosas nasales realizan un complejo de funciones asociadas entre sí, entre las que podemos distinguir:
- Función respiratoria: de conducción del aire hacia los pulmones.
- Función defensiva: de protección frente al ambiente.
- Función fonatoria: realización de ciertos sonidos al hablar.
- Función refleja: estornudo.
- Función sensitiva: encauzamiento de las partículas olorosas hacia la mucosa olfativa.
La mucosa nasal, progresivamente, se fue especializando para poder captar los matices y el reconocimiento de los olores, esto fue gracias al desarrollo embrionario de la corteza cerebral que relaciona el estímulo con procesos como la percepción, el reconocimiento de olores y la memoria.
La función olfativa aparece evolutivamente cuando el organismo desarrolla la comunicación con su entorno y deja la vida solitaria para pertenecer a un grupo, y es en este momento cuando surge la necesidad de la protección del grupo.
Cuando se produce un conflicto o situación de estrés dentro de este grupo social, el tejido reduce la función, puede ser una reducción de un tipo de olor concreto o una reducción total, regulando y coordinando la vida en el grupo, así esta reducción de percibir olores permite que el individuo reduzca la sensibilidad y de esta manera pueda soportar ese olor desagradable.
Cuando la persona sale de esta situación conflictiva, o cuando desaparece la necesidad de adaptación del olor desagradable, se inicia una inflamación de los filamentos olfativos; si la fase de regeneración es muy intensa esta inflamación provoca una caída drástica de la función olfativa, que a medida que se desinflame se reanudará progresivamente.
En este proceso, como en todos, es importante no olvidar la importancia de la intensidad, es decir, cómo lo vive la persona. También se puede activar este proceso por un recuerdo o asociación de recuerdos que hace que la persona vuelva a revivir una situación conflictiva.
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