La gente no habla de política en los ascensores. En los ascensores, se habla del tiempo porque es uno de los pocos temas en los que dos personas pueden estar de acuerdo sin ninguna suspicacia. De hecho, mi madre a los 5 años me decía que no hablase con desconocidos. Cuando cumplí los 15, cambió su discurso y me decía que no hablase con conocidos de nada que tuviese que ver con política o con religión —yo de todas formas en esa época ya suponía que no se comenta el resultado de unas elecciones con el vecino―. La gente suele hablar de política en las reuniones familiares. Un simple comentario y de repente, se enciende la llama que calentará el ambiente en la sobremesa. Si bien es cierto que siempre hay voces conciliadoras que cambian de tema intentando preservar la tranquilidad y de paso, la relación familiar.
Durante estas riñas familiares, pensaba que la política era un tema para mayores, pero ahora me doy cuenta de que estaba muy equivocada. Al contrario, porque parece que cuanto mayor es la edad de la persona, más cuidado tiene a la hora de tocar un tema tan controvertido como ese. Los jóvenes hemos pasado por circunstancias diferentes y no vivimos la época en la que tenías que disimular que pensabas diferente. Por eso, la mayoría de nosotros no vemos ningún problema en criticar al partido de turno delante de alguien a quién acabamos de conocer. Imprudente, pensaría mi madre si viese que no le hice caso cuando me advirtió no hablar de temas políticos ni religiosos. Pero imprudente no, mamá, imprudente no es aquel que expresa libremente sus ideas, sino aquel que las expresa faltando al respeto y sin tener en cuenta que existen otras distintas a las suyas. Debatir no es de imprudentes y a estas alturas, deberíamos entender que la diversidad ideológica y el diálogo son la base de nuestro sistema. Que el debate político no está solo en el congreso, sino también en las sobremesas, en los bares y en las calles. La política está en todos lados porque a todos nos afecta, así que dejemos de calificarlo como un tema vetado porque las ideas que no se expresan a veces parece que no existen. Aún hay personas que se guardan algún comentario político para no quedar bajo sospecha y, aunque es igual de respetable el querer manifestar tu ideología como el no hacerlo, esa opción es tan personal que solo debería depender de cada individuo y no estar condicionada por el hecho de que sea aceptada por los demás o no.
Pensamos que la falta de consenso es el problema cuando en realidad el problema es la falta de tolerancia. La igualdad se construye suprimiendo prejuicios y aceptando lo diferente; por lo tanto, cualquier pensamiento merece el mismo respeto y el mismo reconocimiento siempre que éste también se base en principios democráticos, y es que simplemente se trata de no silenciar una voz distinta a la nuestra, de escuchar, de opinar, pero sobre todo, de crecer.
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