¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del heraldo que anuncia la paz, que trae la buena nueva, que pregona la victoria…! Isaías 52, 7. Espléndido texto del profeta Isaías que siempre nos aporta una gran convicción ante la tarea encomendada a todos los discípulos y colaboradores del Maestro. Pues cada Agente de Pastoral: catequista, voluntario o colaborador parroquial es un anunciador de Cristo que a través de su presencia, ante su saber estar, su compañía y su estímulo… nos debe de acercar al encuentro con Jesucristo, el Mesías, el Señor, el Hijo del Dios Vivo, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo… Así lo entendió y lo vivió San Juan Bautista, que anunció a Jesucristo, que preparó su venida, que no supo beberse el agua del pregonero, como se suele decir por aquí y supo hacer sentir la sed del que busca el Agua Viva (Juan 4, 10). El Bautista señala y presenta a Jesús, el Señor, con audacia y discretamente desaparece, para dejar a solas a Cristo con cada una de las criaturas, de Tú a tú. ¡Qué ministerio más glorioso ser heraldos! ¡Qué funcionalidad más aprovechada y útil! ¡Ser instrumento y puente de encuentro entre la Humanidad y el mismo Señor, el que viene, el que llega, el que está, al que no debemos obstaculizar ni hacer sombra con aquello que distraiga, difumine o desdibuje la esencia misma de Jesucristo! ¡Qué gozo! ¡Qué tarea más formidable! ¡Qué confianza nos ha dado la Iglesia para realizar esta misión! La misión de anunciar, de preparar, de predisponer y de ser puentes de unión.
Nuestras prioridades Diocesanas en este Curso 2017-2018 inciden también en esta dimensión que subrayamos en este artículo. Pues la Buena Nueva que anunciamos, que predicamos, que contagiamos es el mismo Jesucristo, Su Mensaje, Su Evangelio. Estamos llamados a evangelizar desde la acogida que ofrecemos en nuestras parroquias a cuántos se acercan a nuestros despachos y archivos, a todo aquel que venga a matricular a su niño para la Iniciación Sacramental en la catequesis, a los padres que solicitan el Bautismo para sus hijos, a aquellos que vienen a pedir una Misa de aniversario en recuerdo de sus seres queridos, a los novios que vienen a informarse del proceso a seguir de cara a su inmediato Sacramento del Matrimonio, a los jóvenes y adultos que quieren realizar un catecumenado de cara a la Confirmación, a todos los feligreses que solicitan confesarse y celebrar el Sacramento del Perdón, a los familiares de los enfermos que reclaman a los visitadores o la Unción de Enfermos, ante la Celebración de Exequias por la muerte de nuestros los difuntos, a los que con inquietud vocacional nos preguntan sobre el Sacerdocio, la Vida Religiosa o la Vida Seglar, a los cofrades que preparan sus triduos, cultos u onomásticas a sus Sagrados Titulares y por supuesto a todos aquellos que a través de la Acogida de Cáritas acuden a nuestras parroquias doloridos y desesperados ante las carencias de las necesidades básicas de sus familiares o con esos problemas que les superan…
No hay evangelización sin evangelizadores. Los heraldos son muy necesarios en nuestra Iglesia y en la pastoral de nuestras comunidades parroquiales. Por todo ello, nos insiste nuestro Obispo D. Jesús Catalá: nuestra Iglesia tiene que garantizar personas capaces de acompañar a otros. Hacen falta evangelizadores con Espíritu, que vivan la fe impulsados por su dinamismo irresistiblemente misionero como también recomienda el Papa Francisco en la Exhortación Evangelium Gaudium (262-283). Acoger es el primer paso, el segundo es ofrecer y el tercer paso acompañar en continuo discernimiento. Si la acogida es la puerta por donde todos pasan y es la oportunidad de escuchar y de alentar, lo siguiente es ofrecer y proponer un itinerario, un proceso, poner al individuo en un crecimiento humano y espiritual, iniciarlo pero acompañarlo en las distintas etapas de su vida.
Todo heraldo sabe, como nos dice el Himno de Sexta en su tercera semana, que el poder del Señor multiplica la eficacia del hombre y crece cada día entre sus manos, la obra de Tus manos; pues, pusiste una herramienta en nuestras manos y nos dijiste: es tiempo de crear. Y así el heraldo, crea en Tu nombre expectativas, esperanzas, ilusiones, utopías que siempre señalan al mismo horizonte y a la misma meta: a Cristo. El heraldo no llega a vislumbrar el proceso completo a recorrer por el seguidor a Cristo y a su Iglesia pero contempla indicios y los primeros pasos que suelen ser firmes y seguros. Por ejemplo cuando uno de mis niños de las catequesis reza y saluda al Señor en el Sagrario o pone en práctica los valores humanos aprendidos en cada reunión, o cuando veo una pareja de novios que ha realizado el Curso de Preparación al Matrimonio y a la Vida familiar y en sus diálogos y miradas vemos mayor profundidad y comunicación, o al observar a adultos que leen el Catecismo de la Iglesia Católica y consultan el Vaticano II en la Escuela Teológica de la Axarquía en Torre del Mar o profundizan la Lectio Divina en las reuniones de formación en la Parroquia, o en la participación y motivación de los feligreses en los Encuentros de Retiros, en la Oración Comunitaria de los Jueves, en la Adoración Nocturna Mensual o en las Peregrinaciones parroquiales, o en la colaboración altruista de toda la Comunidad ante las campañas solidarias para Caritas, el Tercer Mundo, el Seminario o ante las ONGs del municipio o algún proyecto concreto a socorrer, o a catequistas que ponen al servicio sus dones y talentos con sus palabras, dinámicas, símbolos, dramatizaciones, creatividad, imaginación y pedagogía… pues todo remite y habla del Señor, o a salmistas, músicos y coro parroquial que a través de los himnos y tiempos litúrgicos conducen a la Asamblea a la participación de la alabanza y a la adoración al Señor consiguiendo un clima de fiesta, de fraternidad y de pertenencia… todo ello lo contempla el heraldo, Dios se vale de él para animar a que otros den el primer paso. ¡Bendito seáis aquellos heraldos evangelizadores que mantenéis el tipo señalando el camino hacia Cristo! Y ojala a ti también te llamen heraldo, profeta del Altísimo que irás delante del Señor preparando sus caminos.
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