Hoy todo padre o madre quiere que su hijo tenga una formación lo más completa posible. Que hable varios idiomas, que sea un virtuoso de la música, que practique algún deporte…Por lo cual, tras la jornada escolar de la mañana la mayoría de los niños de hoy en día se encuentran saturados de una amplia variedad de actividades extraescolares, con el consiguiente puzzle de horarios.
¿Quién lo lleva y lo trae? … pues el padre o la madre. El problema se presenta cuando llega la ruptura del núcleo familiar, el divorcio. La primera controversia surge en el momento de decidir qué actividad es la más recomendable para el menor pues no siempre existe ese acuerdo, básicamente porque la actividad hay que pagarla.
En este sentido la jurisprudencia es bastante clara al respecto estableciendo que si la actividad extraescolar no se ha sido consensuada por ambos progenitores la misma tendrá que ser pagada por aquél que ha decidido unilateralmente la actividad. Por el contrario, si se realizaban antes del divorcio, o estaba previsto que se hicieran, lo habitual es que el gasto se incluya al calcular la pensión de alimentos.
No obstante, pese a que haya sido una decisión unilateral de un progenitor, el otro tendrá que sufrir sus consecuencias. No es de extrañar por tanto que se hayan dado numerosos casos de desacuerdos al respecto que han llegado a las puertas de los Tribunales.
En el caso analizado por la AP A Coruña, Sec. 3ª, en Sentencia de 20 de noviembre de 2015, la madre había decidido unilateralmente apuntar al niño a varias actividades extraescolares. Como las actividades coincidían con los días en que se fijaron las visitas intersemanales, con toda la razón del mundo, el padre se quejó. La Sentencia vino a indicar que la edad del menor, y las actividades (fútbol, inglés y baile gallego) son tan importantes como el disfrute de la compañía paterna, pero lo que no es aceptable es que se establezca unilateralmente toda una batería de actividades extraescolares, y justo coincidan con los períodos de visita del progenitor no custodio. Es por eso que se deja al albedrío del padre llevar al niño a todas esas actividades o no. Se comprende la decisión del padre si opta por no llevarlo pues está más tiempo en el coche que con él.
Junto con otros pronunciamientos similares, parece ser que la respuesta más adecuada a estas situaciones es dejar a la discrecionalidad del padre o madre que se encuentre con el menor la opción de llevarle a sus actividades extraescolares.
No obstante, no podemos olvidar que una cosa es la educación de los hijos y otra el que adquieran conocimientos, siendo necesario hacer un esfuerzo por equilibrar ambos aspectos, de manera que ambos progenitores puedan disfrutar de tiempo libre con los hijos sin que suponga un menoscabo de su desarrollo educativo, asistiendo a las actividades escolares que mejor se ajusten a sus necesidades y horarios con conciencia de que lo que le aportemos en las edades más tempranas de su desarrollo son fundamentales y necesarias.
Deja una respuesta