¡Qué razón tiene la gente cuando te dicen: -que cuando experimentes las cosas en carne propia tendrás otra opinión acerca del tema que sea-! Y es verdad, así lo he vivido en primera persona en lo referente a mi estado de salud, pues debido a mis dolores musculoesqueléticos he descubierto muchas cosas en este tiempo y estoy intentando hacer una lectura creyente de todo ello. Hace catorce años debido a molestias en mis extremidades, reflejándose en varices en la pierna izquierda, recibí una intervención médica en Granada; allí me infiltraron en diez sesiones y esto me produjo un gran alivio, liberándome de una gran pesadez en mis piernas, sobre todo en los meses veraniegos. Empecé a sentirme mejor, andar con más libertad y hacer pequeñas carreras por el Paseo Marítimo de Torre del Mar, lugar de inigualable belleza, donde se divisa la inmensidad del mar, a veces su serena agua en los días de quietud y otras su oleaje en los días de levante; un mar azulado reflejo del cielo del Mediterráneo donde las aves revolotean. Un lugar propicio para pasear por ese Paseo tan cuidado, a donde van muchas familias o personas haciendo deporte por la arena o algún niño con su bicicleta o con sus patines…todo ello aporta a tu alma y a tu estado de ánimo: gozo, paz y serenidad. A mí personalmente me da la vida, como se suele decir.
Hace dos años, he vuelto a sentir molestias y dolores en mis piernas. Por dos veces haciendo deporte perdí las fuerzas y me caí. El cansancio se apoderaba de mí; las articulaciones y la columna resentidas. Después de hacerme el fuerte, tuve que acudir al médico de cabecera, pedí una cita y de ahí me pasaron al Hospital Comarcal de la Axarquía y del Comarcal al Hospital de Málaga, cita que nunca llegó. Abandoné la posibilidad de insistir en la Seguridad Social. Pero el malestar volvió a mí y tuve que acudir a una Clínica privada. Me hicieron análisis y aparentemente no había ninguna alteración. Me vio otro médico y me mandaron al fisioterapeuta, me diagnosticaron problemas en la cadera e inflamación en la pierna izquierda. Diez u doce sesiones de masajes, electros y atenciones que serenaron un poco mis dolores. Pero al poco tiempo volvieron las molestias y el cansancio era cada vez mayor. El día a día se convertía en una gran dificultad, pues no podía rendir en mi trabajo pastoral, incluso a media mañana me tenía que tumbarme para descansar. Un vecino de esta ciudad de Vélez-Málaga en una mañana temprano, me vio en Misa y observó la dificultad mía para estar de pie y vio una pequeña inclinación en mis hombros. Me dijo que conocía a un buen médico y que fuéramos a verle. Y le dije que sí, que tenía muchos dolores y me costaba trabajo hasta estar de pie. Así que fuimos a Málaga y allí el doctor Casermeiro me hizo un TAC y observó irregularidades en mi cadera y en mi espalda, por eso los síntomas eran esos dolores tan fuertes. Empezó a tratarme con infiltraciones, más de veinte sesiones. Un médico que empatizó conmigo. Gran profesional y una excelente persona, pues descubrí que su ayuda humanitaria era innumerable y que gracias a todo su esmerado trabajo un alto porcentaje de su dinero lo dedicaba a ayudar a muchas familias de Málaga y una larga lista de proyectos en el Tercer Mundo. Impresionante humanidad y alegría que sabe transmitir al que está enfermo y ofrecerle una sonrisa tan necesaria en medio de los tormentos de los pacientes, cada uno con su historia personal de problemas, dificultades, lagunas y tristezas que tenemos que afrontar, asumir y digerir desde la fe y todo se hace más llevadero desde el apoyo médico y psicológico tan necesario.
Después de unos cuántos meses visitando a este médico parece que me recuperé un poco. Pero a los dos meses volví a sentir dolores y desesperado probé por otro lado, esta vez un médico naturalista- dietista; bueno, aunque me privó de muchos alimentos y bebidas que me gustan, noté una mejoría al perder unos cuántos kilos y descubrí que también la comida afecta a nuestro organismo y que las verduras y frutas tomadas a sus horas favorecen el funcionamiento de nuestro cuerpo. Una mala alimentación sin darnos cuenta a la larga nos pasa factura. Siempre es buen momento de reorganizar nuestra alimentación. Yo intento integrar esta lección; claro, con sus sacrificios y siempre huyendo de comilonas, que por todos los lados nos ofrece la vida social en la que vivimos. Hay que buscar el término medio y no pasarse.
Hable con el Sr. Obispo debido a mi cansancio y molestias; más pronto me ofrecieron la oportunidad de ir a Pamplona a la Clínica Universitaria de Navarra; pues hay un acuerdo con esa Clínica en el pago del coste de los servicios ofrecidos. El Obispado se encargó de los costes. Me aconsejaron que hablara con otros sacerdotes malagueños que han estado ingresados en esta Clínica; y así lo hice. Me dijeron que llevara a la cita todos los resultados de las pruebas que me habían hecho y todo el diagnóstico que había seguido. Me hablaron de un buen médico D. Manuel Fortín Landecho Acha del Departamento de Unidad de Chequeos de Medicina Interna de la Clínica Universidad de Navarra, que atendió a algunos de estos sacerdotes y quedaron maravillados de su trato y del seguimiento ofrecido. Así lo hice, pedí cita y con prontitud me la concedieron. El segundo paso fue buscar los billetes de tren, de Málaga a Madrid en el AVE y de Madrid a Pamplona en otro tren. Me pusieron en contacto con un gran sacerdote navarro D. Luis Mª Oroz, párroco de San Miguel en Pamplona. Me ofreció un trato exquisito a través de su correo electrónico y todas las posibilidades para hospedarme allí en la residencia que posee la parroquia de San Miguel. He vuelto a experimentar la fraternidad sacerdotal de nuestra Iglesia y la atención directa, discreta y evangelizadora de este sacerdote que sin duda alguna crea Iglesia y prolonga la parte más humanizadora y fraterna de nuestra Iglesia que en muchas ocasiones no se percibe pero existe, y yo doy fe de ello.
Para afrontar esta situación no me encontraba solo pues mi padre me acompañaba y supo estar a mi lado en todo momento y animarme a no venirme abajo. Tuve la gran dicha de experimentar su cercanía y su amor paternal. ¡Cómo se valora a tus padres cuándo están a tu lado en los momentos críticos! ¡Qué suerte tenerlos a mi lado! ¡Qué Dios me los bendiga y me los proteja siempre! Pero si mi padre estaba a mi lado físicamente, en oración estaban unidos a mí toda mi comunidad parroquial de Sta. Mª de la Encarnación y S. Juan Bautiza de Vélez-Málaga a la que llevo sirviendo diez cursos. Junto a la oración de todos mis feligreses se unían también de una manera intensa la oración de las hermanas Carmelitas, las hermanas Clarisas y las Hijas del Patrocinio de María, comunidades religiosas de Vélez-Málaga. Oración de fortaleza que todos necesitamos.
Viajé un lunes, nos alistamos en la Residencia, fuimos a dar un paseo por la hermosa ciudad de Pamplona y el martes a primera hora nos recibía el médico. Con mucha amabilidad y con todo el tiempo del mundo me entrevisté con él, me fue preguntando y fue anotando todo aquello que él veía importante. En seguida me marcó un plan de pruebas que duraría toda la mañana: analítica de sangre y orina, radiología columna lumbar, tórax, ecografía y un electrocardiograma. Por la tarde me volvió a citar. Tanto los enfermeros como los auxiliares como los profesionales médicos me ofrecieron una atención ejemplar. Se huele la vocación al mundo de la salud. El médico me recibía en su despacho y me daba una buena noticia. Las pruebas son favorables. Usted está sano. El diagnosticó: estrés con insuficiente descanso nocturno. Sobrecargado de trabajo y lleno de preocupaciones, tendría que dormir más y buscar tiempo de descanso para pasear y realizar algo de deporte, como footing, piscina, etc. Me planteó que mi salud física y psíquica va a repercutir en toda mi vida personal, espiritual, sacerdotal y pastoral. Y que esto es un toque de atención que mi naturaleza humana me hace para que me reorganice en mis horarios y en la intensidad de mi trabajo vocacional. Como medicación me recetó un relajante muscular cada seis horas. Ese mismo día nos fuimos directo a RENFE para cambiar los billetes y regresar lo antes posible a Málaga. Pudimos cambiar los billetes. Esa noche cenamos en la Residencia de la Parroquia de San Miguel y allí nos recibieron un grupo de sacerdotes, cada uno de un lugar: de México, del Salvador, de Guinea, de Ecuador, de la India…verdaderamente una Iglesia sin fronteras…animada por el Padre Luís. Una cena muy sencilla pero llena de atenciones y con una conversación muy gozosa. Rezamos las completas en un recogido oratorio que tienen en el piso y allí nos despedimos de ellos y por lo pronto de este viaje a Pamplona. Siempre recordaremos al señor que vino a recogernos a la estación de RENFE, Juan y al secretario de la Parroquia José Luís y al muchacho que estaba en el archivo por la tarde que nos facilitó las llaves, Ovidio. Una Iglesia familia, una Iglesia acogida, una Iglesia sencilla y una Iglesia que siempre debe de llevar a cabo los consejos del mismo Jesús: Estuve enfermo y vinisteis a verme.
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