¡Hola, hola! ¿Cómo os han estado tratando estas altas temperaturas en mi ausencia? Si es que no nos hemos dado cuenta y ya estamos en pleno verano. Sí, uno de los veranos más extraños y esperados quizá. COVID-19 nos ha hecho ansiar la salida a las calles y al buen tiempo, a los reencuentros. Pero su aun presencia en la sociedad no hace que sea del todo amigable salir con normalidad. Por eso, ante todo, tened cuidado y seguid manteniéndoos sanos. Porque al final es lo que más importa, ¿verdad?
Yo hoy quiero que me permitáis que nos traslademos al verano pasado, donde no había riesgos de contagios y las playas de todo el mundo gozaban de la visita de multitud de personas. Terrazas abarrotadas de personas, colas interminables para coger una mesa en aquel sitio donde ponen tapitas tan ricas, personas bañándose en la playa y en las piscinas, música alta para mover el esqueleto durante toda la noche, la suave brisa del mar, el reloj oir parar, aquella buena conversación con los amigos que te encontrabas. Y los abrazos. Todos esos abrazos y besos.
Si hay algo que yo he echado de menos en este confinamiento, sin lugar a dudas, es mi familia. Estoy acostumbrada a tenerlos a distancia, pero ante situaciones como esta, nos hace sentir rabia e impotencia el no poder estar más cerca.
El pánico a que todo estallase de la noche a la mañana en aquel “boom”, donde tras una declaración de Estado de Alarma, desde el pequeño gimnasio del barrio, hasta los aeropuertos, pasando por la cafetería de la esquina y hasta el mismo puesto de trabajo en la oficina, se paralizaban para dejar paso a una oleada de catastróficas desdichas.
Creo que los que aun hemos salido sanos de esta, no somos conscientes del peligro. No es una gripe, es una pandemia. AUN NO TIENE CURA. Estamos jugando a tentarle a la suerte. ¿Cuántas más muertes hacen falta en el mundo para darnos cuenta de ello?
A mí esta época me ha servido para pensar. Para pararme a valorar lo grande de las cosas pequeñas. Un abrazo a mi familia. Un “mañana voy por sorpresa a verte”, ese “te invito a un café”… Se ha convertido en un constante y diario telefónico de “no te preocupes, todo saldrá bien”. Porque a final de cuentas, si no sale bien, sabéis que no es el final, ¿verdad? Mantener la actitud positiva de roble más fuerte de todos los vientos ante una tempestad que parecía nunca llegar a su calma.
He aprendido que todo en la vida pasa. Y la vida con ello también. Por eso, aprovecha cada momento que te ha regalado el universo. No pierdas tiempo en enfados tontos. Al final un enfado es cuestión de matemáticas. Si tiene solución se soluciona y sino, pues la ecuación sigue dando 0 como resultado, así que olvídalo. Elimina todo lo tóxico de tu vida, todo lo que no te aporte. Quédate con las personas que te hacen sonreír a carcajadas. No lamentes tu puesto de trabajo porque no te gusta, da gracias por tener una fuente de ingresos. No lamentes tener que madrugar, da gracias a tener un motivo por el que levantarte.
Hay épocas para todo, y ahora nos toca aprender. Valorar y reinventarnos. Levántate, piénsalo y reinvéntate. Yo he pasado por cambiar mis hábitos alimenticios, hacer deporte diario (sí, en casa también se puede), empezar un nuevo máster, dedicar tiempo a lo que me gusta, y hasta aprender a hacer pan casero). Y ojalá, muy pronto, de nuevo, Andalucía en verano.
¿Y a vosotros? ¿Qué os ha enseñado este confinamiento? ¿Qué es lo que más habéis echado de menos?
No dejéis de visitarme para cualquier consulta que os pueda surgir en la que os pueda asesorar 😉
¡Besotes aplastantes, toneladas de optimismo intravenoso y hasta la próxima quincena!
Deja una respuesta