Movimientos como el #MeToo o el 8M han hecho del feminismo un tema recurrente en platós de televisión, escaparates de tiendas, mítines políticos y hasta en rondas de cervezas con amigos. Ser feminista parece que se ha puesto de moda y, como todas las modas, muchas personas la siguen sin tener idea alguna de su origen o significado. Hay quien mira a su alrededor y piensa que vivimos en la sociedad menos sexista de la historia, pero también tenemos mucho margen de mejora, si recordamos que hasta hace no tantos años el machismo solo salía a la luz cuando los telediarios abrían con un nuevo caso de violencia de género.
Son muchas las marcas de ropa que se han adueñado de los eslóganes feministas como si de una nueva campaña publicitaria se tratase. Sin embargo, ninguna de ellas ha frenado la explotación laboral de sus trabajadoras en países como Bangladesh, India o Turquía. Tampoco han destinado los beneficios de esa ropa feminista a asociaciones contra la violencia de género ni han subido el sueldo ―de unos 904 euros mensuales en el caso de Inditex— a las dependientas de sus tiendas.
También están los políticos que se declaran abiertamente “feministas” en las entrevistas, pero no consideran el aborto como un derecho o ponen restricciones a la aprobación de leyes contra la violencia de género. Si no fuera porque la política no es para nada oportunista, pensaríamos que solo están siguiendo una mera estrategia propagandística. Si de verdad quieren formar parte del movimiento, no basta con parecer feminista. También hay que serlo. Que aborden en el parlamento cuestiones como la maternidad subrogada, la prostitución o la educación en materia sexual en las aulas. Todo ello desde una perspectiva de género que no se consigue abanderando un movimiento que, visto lo visto, ni siquiera conocen a fondo.
En cuanto a los medios de comunicación, “Tolerancia cero”, es el lema utilizado por Atresmedia en su campaña contra la violencia machista. Pero, aunque sea la más visible y la única que reconocen la mayoría de ocasiones, también existe la violencia sexual, la laboral, la económica o la simbólica. Así que “Tolerancia cero” contra las entrevistas en las que se preguntan a mujeres deportistas artistas si tienen pensado ser madres. También, “Tolerancia cero” contra los cánones de belleza que cumplen las mujeres en televisión —presentando informativos en tacones y vestidos ajustados― y que serían impensables de exigir en esa escala a Matías Prats o Pedro Piqueras.
Igual que no se puede intentar combatir la venta de armas con una pistola en la mano, tampoco se puede intentar ser feminista si se sigue permitiendo y sustentando todo el sistema machista. Que se pase ya de moda hablar de feminismo por moda.
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