Resulta anecdótico cómo la RAE ya admite términos como ‘asín’, ‘almóndiga’, ‘crocodrilo’ o ‘murciégalo’, pero no ve necesario el uso del lenguaje inclusivo, pues considera el masculino como un género no marcado. Si no fuera porque el tan respetable órgano ya cuenta con 8 mujeres entre sus 38 académicos, probablemente pensaría que se trata de una institución machista, más inclusiva con los crocodrilos que con las crocodrilas. Y me refiero a todos los términos anteriores entre comillas porque resulta difícil asumir que sean aceptados vulgarismos de esa magnitud, antes que el uso del “todos/as”. Y reitero, 38 académicos, porque las personas restantes hasta las 46 que forman la academia son mujeres. Es que lo que no se menciona, a veces parece que no existe. Por ejemplo, antes no era necesario el empleo de ambos géneros para referirse a la Real Academia porque no existían mujeres en ella, ahora sí, de hecho, representan un 3,68%.
Un considerable avance, teniendo en cuenta que lleva en funcionamiento 305 años y solo se ha escuchado la voz de 11 mujeres en ella. Carmen Conde elegida en 1979, Elena Quiroga en 1984 y Ana María Matute en 1998, junto con las ocho académicas actuales, son casos insólitos de representación femenina en la institución representativa de nuestro lenguaje más importante. Las menciono no sólo por su mérito al formar parte de un lugar reservado históricamente para los hombres, sino para tener más repertorio de mujeres destacadas, ya que casi nunca aparecen sus nombres en los libros.
La sociedad avanza, pero el lenguaje se resiste. Un claro ejemplo lo encontramos en las primeras mujeres en poder acceder a un título universitario. La médico, la abogado, la juez o la arquitecto no fueron reconocidas como médica, abogada, jueza o arquitecta de forma oficial hasta 2014, cuando la RAE publicó su vigésimo tercera edición. Afortunadamente este país ya le llevaba varias décadas de ventaja a su idioma.
Hay quienes aún se empeñan en separar el lenguaje del machismo. El ex director de la RAE, Darío Villanueva dijo en un momento de lucidez mental que el lenguaje no era machista porque “el machismo es una conducta, un comportamiento social que está en la sociedad”, mientras que “la lengua es el instrumento para comunicarse, no la causa de ningún problema”. Señor Villanueva, usted sabrá mucho de léxico, de gramática y de ortografía, pero lamento decirle que no tiene ni idea de machismo.
El lenguaje es tan machista como lo es la sociedad en la que se ha desarrollado. El ser humano, como integrante de esa sociedad, también adopta las pautas que la rigen. Así que, a no ser que sean ustedes seres asociales, probablemente sean tan machistas como la sociedad en la que viven y como el diccionario que elaboran.
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