Aunque cada vez se adelanten en el calendario las celebraciones previas a la fiesta de la Navidad y ya casi nada despierta en nosotros expectación, la Navidad sigue siendo un tiempo especial, que debemos de seguir descubriendo, disfrutando y dándole su justo significado. Por ello debemos de insistir en aquellos aspectos esenciales que a todos nos puede ayudar a hacer que la celebración de la Navidad sea más auténtica para que así la degustemos más y no perdamos el sentido verdadero de esta fiesta.
Claro, los tiempos cambian aceleradamente y las redes sociales fluyen con demasiada rapidez haciéndonos ver todo con anterioridad y con una excesiva prontitud, que hacen acentuar en nosotros la impaciencia de una manera notable.
Yo recuerdo cuando era pequeño, que la Fiesta de la Navidad se preparaba poco a poco como nos indica el tiempo litúrgico del Adviento. Las luces de los escaparates, el alumbrado en la vía pública y los adornos navideños no estaban circulando en el mes de octubre como podemos ver actualmente. La festividad de la Navidad se ha hecho demasiado comercial y todo es marketing donde lo material y lo placentero es lo único que se acentúa.
En casa de mis padres todo era un ritual progresivo hasta concluir en la Nochebuena, el día por excelencia de las fiestas de la Navidad, que tenía dos partes: la cena familiar y la Misa del Gallo en la Parroquia. Para la cena todo se preparaba meses antes. Se compraba una caja grande de mantecados, roscos y polvorones y se guardaba en un lugar seguro donde los niños no supieran encontrarla. De igual manera también el célebre jamón y una caja de langostinos que se adquiría con mucho esfuerzo y sacrificio; todo se preparaba con mucha ilusión para la fecha señalada de la Nochebuena, pues eran artículos de lujo que sólo se consumían en esos días. Quizás nuestros padres debido a la carestía y necesidades que pasaron cuando eran pequeños en sus familias, no querían que nosotros tuviéramos la misma estrechez y carencias, por ello valoraban mucho cada uno de estos artículos. Todo tiene un porqué, pues la fiesta es la fiesta, y debemos de darle realeza a los días concretos de la Navidad donde la familia convive de una manera más intensa. También me acuerdo que todas las figuras y piezas del Belén o del Nacimiento se guardaban en varias cajas y el Belén se montaba en torno a la fiesta de la Inmaculada.
A pleno pulmón
¡Cantemos en comunidad!
La música católica es sin duda una oportunidad real de evangelización y es a su vez parte integral de la celebración de nuestra fe. A través del canto y de la música cristina, don que recibimos de Dios, nos ayudamos a vivir la dimensión de la fe. Pues le cantamos a Dios, conversamos con Él y Él canta en medio de nosotros. Como pueblo en marcha le elevamos nuestras súplicas, nuestro ofrecimiento, nuestro arrepentimiento y nuestra gratitud. ¡Qué bueno es cantar a nuestro Dios, qué agradable y merecida su alabanza! Nos dice el Salmo 147, 1.
Uno de los entendidos en este tema, Antonio Alcalde, nos dice en su libro Pastoral del canto litúrgico de la Editorial Sal Terrae, que el canto litúrgico es uno de los medios más excelentes, eficaces y pedagógicos para la formación cristiana y litúrgica de toda persona y de cada asamblea o comunidad y para la participación activa de todo el pueblo de Dios.
Con olor a santidad
Un 25 de febrero de 1877 nacía en Sevilla Manuel González García. Sus padres eran naturales de Antequera, Martín y Antonia. Tenían cinco hijos y uno de ellos había fallecido. Manuel es el cuarto de los cinco hermanos. La infancia de Manuel transcurre entre estudios, ayuda en casa, juegos y como todos los niños con muchos sueños. Perteneció al grupo de los Seises, niños que bailan en la Catedral en la Festividad de la Inmaculada y en el Día del Corpus Christi. Por iniciativa propia arregla el ingreso al Seminario Menor a la edad de doce años. En su tiempo de formación en el Seminario destacará por su amabilidad con los compañeros y su espíritu de servicio, junto a su piedad por las cosas del Señor. Es ordenado sacerdote el 21 de septiembre de 1901 y su primer nombramiento es como capellán de las Hermanitas de los Pobres. Con su gracia y salero tendrá embelesados a todos los ancianos y poco a poco entre juegos, charlas, catequesis y buen humor los acercará al Señor.
Realizó una Misión en el pueblo de Palomares del Río, y allí ante el abandono inminente de la Iglesia y de su Sagrario, D. Manuel siente la llamada del Señor a reparar los Sagrarios Abandonados y a cuidar siempre de ellos con su oración y su cercanía, mirar por su Capilla, los manteles bien blancos, su lamparilla encendida y siempre alguna flor acompañando a la belleza infinita, al mismo Jesucristo.
Lo destinan a Huelva cuando sólo tenía 28 años. Allí lo nombran Arcipreste. Se encuentra con una situación económica, social y religiosa muy difícil, pues los mineros de Huelva sufrían unas condiciones de trabajo infrahumanas y también se habían relajado en sus prácticas religiosas. Numerosos niños sin escolarizar y sin referentes ni modelos educativos y humanos. Al principio los niños le correteaban y le apedreaban pero D. Manuel, con su ingenio, sabiduría, pedagogía y constancia en la oración consiguió ganárselos. Él lo describe así: para atraer a los niños no hay nada más que un secreto: amarlos.
¡Piedras vivas!
Nunca podré olvidar a mis profesores en mis años de formación en el Seminario Diocesano de Málaga y de una manera especial a esos sacerdotes santos que están en el cielo y que han recibido con mucha alegría la noticia de la canonización de D. Manuel González García; pues el 16 de octubre del 2016 será elevado a los altares.
D. Manuel González García fue Obispo de Málaga en los años 1920-1937 y junto a un gran equipo de sacerdotes y bienhechores construyeron el Seminario Eucarístico de Málaga, lugar sagrado donde se cuecen a fuego lento muchas vocaciones que con la ayuda de Dios y la respuesta personal de cada joven llegarán a ser sacerdotes para nuestra Diócesis de Málaga y también muchos de ellos se esparcirán por distintos lugares del mundo ejerciendo su ministerio sacerdotal, entregados a las numerosas tareas y apostolados de la Iglesia Universal.