La persona adicta intenta recuperar a través de cosas o comportamientos externos, algo que ha perdido internamente y que era vital para ella. Mediante la dependencia (alcohol, droga, alimento, cigarrillo, deporte, sexo), quiere colmar este vacío, esta desesperación y esta tristeza. Al no proporcionarle lo que busca repite una y otra vez, convirtiendo ese gesto o consumo o acto en abusivo.
Las adicciones siempre son conflictos relacionados con mamá, pues ella fue nuestra primera “adicción” y la más importante en la vida. Eso a lo que somos adictos nos devuelve a ese amor, reconocimiento y protección de mamá que tuvimos y perdimos, o que nunca llegamos a tener (en tal caso la adicción suele ser más compulsiva). El resentir es: “No soy capaz de afrontar una situación”.
Las adicciones esconden algo (un “fantasma”, un secreto familiar, una experiencia vivida, etc.), evitan el contacto con esa emoción que queremos ocultar porque nos hace daño, que puede ser un sentimiento de vacío existencial, falta de amor, sentirse solo, desconexión con uno mismo, etc. Nuestra realidad nos hace sufrir y la adicción enmascara nuestro sufrimiento (nos permite huir del “fantasma”), de forma temporal para luego recrudecerlo. Para protegernos nos crea una emoción sucedánea que parece llenarnos pero que termina dependiendo solamente de la sustancia o comportamiento externo.
La dependencia es pues, un tipo de sustituto que ayuda a la persona a vivir temporalmente en un mundo sin problemas.
Siempre en un entorno de “Huir de la realidad” por temor a no poder afrontarla.
El alcohol proporciona cierto éxtasis y un letargo frente a lo que vive la persona, las drogas “no prescritas” (cocaína, haschisch, heroína, LSD, PCP, marihuana, etc.) dirigen hacía nuevas sensaciones con el deseo de alcanzar cumbres desconocidas de la consciencia. Una dependencia puede manifestarse también a través de cierta tendencia o comportamiento (por ejemplo: sexual) que es difícilmente controlable.
Existe además una adicción que es la más extendida y menos reconocida, la dependencia emocional, que bien merece para ello un solo artículo, por la complejidad de la misma.
¿Qué hacer?
El primer paso importante por hacer es tomar consciencia de tu situación. Esto requiere mucho amor y valor para afrontar o romper esta esclavitud que desordena tu vida. Aceptar a estar abierto/a a lo desconocido. El amor incondicional es el principio de la curación. Pregunta a los demás, busca qué método de curación natural puede ayudarte a centrarte, a armonizarte y a aumentar tus fuerzas interiores a fin de permitirte integrar con amor las diferentes carencias vividas durante tu juventud o infancia. Decirte a ti mismo/a: “Las responsabilidades ya no me asustan y vuelvo a tomar contacto con el ser divino que soy”.
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